lunes, 27 de febrero de 2017

Mientras tanto al otro lado del océano...

En 1981, cuando tuvo lugar el intento de golpe de estado del teniente coronel Antonio Tejero en el Congreso en Madrid, mi madre no era más que una niña, por lo que no recuerda nada de aquel momento histórico para nuestro país. Sin embargo, el año siguiente, en un país al otro lado del Océano Atlántico, comenzó una guerra, la Guerra de las Malvinas, como me cuenta mi padrastro que por aquel entonces vivía en Argentina.

Para contarme este pedazo de historia de aquel lejano y extenso país a cuya capital se mudó en el 1971 con once años, ha retrocedido una década en el tiempo para ponerme en situación y que así yo, y ahora vosotros, seamos capaces de entender lo que allí ocurrió.

Lo primero que me ha contado ha sido el regreso del dictador Juan Domingo Perón, en 1973, cuando él no tenía más de 12 años. Es cierto que no tenía ningún tipo de noción sobre política y que para él era simplemente un presidente más, pero aun así, recuerda claramente como el pueblo enloqueció por la vuelta de un presidente que ya había ejercido ese puesto en dos ocasiones anteriores, gracias a las que se había ganado el cariño de los ciudadanos argentinos (no de todos, obviamente, pues había grupos contrarios que incluso atentaron contra población peronista en la su embestidura). Con el tiempo supo, y supieron, que entonces Perón no era más que una marioneta en manos del ministro López Rega, que era quien tomaba todas las decisiones que debería estar tomando el presidente, ya mayor. A la muerte del presidente, me cuenta que le sucedió su esposa, conocida como Isabelita, que fue la primera mujer en acceder a ese cargo en Argentina y que gobernó junto a López Rega (de igual manera que su difunto marido) hasta 1976, cuando un golpe de estado militar la derrocó del poder y dio lugar a la peor dictadura que Argentina ha conocido (autodenominada Proceso de Reorganización Nacional). Entonces se estableció un toque de queda que todo el mundo debía cumplir, se suprimieron algunas otras libertades y se mantuvo la situación de hambre y pobreza. En el círculo cercano de mi padrastro no ocurrió nada de esto por fortuna, pero recuerda como, a parte de la gran represión contra todo el que tuviera otros ideales políticos, se sucedieron miles de desapariciones.

La moral del pueblo argentino estaba por los suelos y no estaban nada contentos con el régimen militar que les oprimía. Fue entonces cuando, para levantar la moral de los ciudadanos y saciar su sed de patriotismo, los militares decidieron emprender la conquista de las islas Malvinas (inglesas) en 1982. Y funcionó. Al pueblo le entusiasmó la idea, sobre todo porque desde el principio dieron por ganada la guerra ya que al estar tan lejos de Inglaterra no contaban con que se molestaran demasiado en protegerlas. Craso error, ya que la primera ministra inglesa, Margaret Thatcher, prometió recuperar las islas, y con la mayor determinación lo consiguió. Eso sí, a un gran precio para los argentinos, para quienes esta guerra se convirtió en una masacre para lo corta que fue (poco más de dos meses), ya que comenzaron a enviar al frente soldados de reemplazo sin instrucción ni experiencia, por lo que eran prácticamente carne de cañón. Pero eso en Argentina no lo sabían, allí no eran conscientes de los ataques del ejército y la marina ingleses. De hecho, dada la euforia y el desconocimiento del momento, incluso mi padrastro se presentó como voluntario para ir a luchar a las islas, pero por fortuna no lo llamaron. Obviamente, en cuanto se enteraron de la situación de los soldados enviados a las Malvinas, el descontento del pueblo con los militares aumentó y eligieron como nuevo presidente a Raúl Alfonsín por medio de unas elecciones democráticas (1983-1989).


Espero que mediante este ejercicio de historia oral, seamos capaces de darnos cuenta de que cada suceso, cada momento histórico, tiene tantos puntos de vista como personas que lo viven, y que aunque nosotros nos centremos en estudiar la historia de nuestro país, hay que aprender que la lucha e intento del ejército por conseguir el poder a la fuerza es una constante en la historia universal, unas veces lo consiguen y otras no. Hoy nosotros tenemos que agradecer que en 1981 aquí no lo consiguieran y que vivamos en la libertad que siempre hemos conocido y que quisieron arrebatar a nuestros padres y abuelos cuando casi recién la habían recuperado.




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