viernes, 24 de febrero de 2017

23F ¡Quieto todo el mundo!

El 23 de febrero de 1981, hace apenas 36 años, un grupo de militares liderados por el teniente coronel Antonio Tejero asaltan el Palacio de las Cortes mientras se está celebrando la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno. Este intento fallido de golpe de Estado no deja indiferente a nadie, como es el caso de mis abuelos que viven estas horas con inmensa preocupación sobre el desenlace y la posible Guerra Civil si Tejero conseguía derrocar al Parlamento e implantar de nuevo el régimen franquista. Mi abuela permanece en vela toda la noche atenta a los informativos de la televisión, más preocupada por su hijo que por ellos y por la posibilidad de que tuviera que ir a la Guerra si Tejero conseguía su cometido.
Sin embargo, mi padres, que no llegaban ni a la mayoría de edad, lo vivieron de forma menos preocupante. En el momento en el que Tejero interrumpe en el hemiciclo, mi madre se encuentra en el aula dentro del internado, suspenden las clases y se dirige, junto con las monjas, hacia la televisión donde ven lo que está ocurriendo en el Congreso; siente incertidumbre pero al no tener mucho conocimiento real no repara en el peligro que puede conllevar.
Algo parecido le ocurre a mi padre, que vive este momento como estudiante del Machado de 1º de BUP y recuerda que durante toda esa semana su profesor de francés comunista desaparece bajo la posibilidad de que estuviera muerto. Siente inquietud al no saber que va a suceder, si volverían al Antiguo Régimen o continuarían con la democracia establecida hasta ese instante. Al igual que mi madre, no es plenamente consciente de las consecuencias del golpe de Estado puesto que ninguno había vivido en época de Franco.
Al final la situación termina a favor de la democracia y la armada abandona el Congreso sin ningún herido. Bajo los testimonios de mi familia se observa como la preocupación es mayor en el caso de los padres hacia el futuro de sus hijos, que estos mismos que aunque estaban algo preocupados no se imaginaban lo que podía llegar a pasar.
Tejero en la tribuna del Congreso de Diputados.


Varios de los disparos de Tejero.

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