Hace ya algo más de cuarenta y un años, un Francisco
Franco derrotado muere, y tras este óbito, se abre la puerta a una pequeña
democracia que nada tiene que ver con la tiranía que se vivía hasta entonces.
Mucha gente estaba de acuerdo, felices, pero otros muchos tenían miedo de que
algo peor fuera a ocurrir, pasar de una dictadura de cuatro décadas a una
democracia pluralista no era trabajo sencillo, y eso podía cuajar o no. Tras
cinco años, el malestar y el ambiente de recelo que asolaba las calles era
aterrador. El 23 de Febrero de 1981, cinco años y noventa y cinco días después,
se produce en España un golpe de estado que deja a la población aterrada por la
posibilidad de que un nuevo Franco tome el control, esta vez bajo el nombre de
Tejero.
Supongo que en cada casa se vivió diferente, es más, mi
madre apenas se acuerda, sólo tenía quince años y estaba en una celebración
familiar, pero mi padre se acuerda perfectamente.
Él estaba trabajando en la fábrica, y como a las tres de
la tarde, muchos amigos suyos abandonaron su puesto por una serie de llamadas telefónicas
hechas a la empresa, nadie sabía nada, pero iban a ser parte del “paseo de los
tanques” en Valencia. Mi padre no le dio mayor importancia y siguió trabajando,
sin embargo, al salir del trabajo, a las diez de la noche, fue a cenar a casa
de mis abuelos; ellos tampoco sabían nada, tenían música clásica puesta y nadie
había oído nada. Normalmente, mi padre iba por las noches a tomarse un café con
sus amigos al bar al otro lado de la calle, y esa noche, cuando llegó, vio que estaba
vacío, no había música, solo un par de personas en total silencio, y según él,
se podía cortar la tensión, y delante, había una televisión con una carta de
ajuste en ella. Ahí fue el momento en el que le dijeron lo que pasaba. Un año
atrás, él había terminado la mili, y estaba en la lista de reserva del ejército,
como todos los jóvenes hasta pasados dos años. Cuando mi padre se dio cuenta,
se fue a casa y no durmió en toda la noche pensando en que si le llamaban, iba
a coger el coche y llegaría hasta donde pudiera, Francia, Inglaterra, Alemania…
Le daba igual, pero no iba a enfrentarse a civiles por nadie. A la mañana
siguiente, se enteró del discurso que dio el rey y el posterior abandono del
Congreso por parte de los Guardias Civiles de Tejero. Según mi padre, pocas
noches ha tomado menos café y sentido tan despierto.
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