El 23 de
febrero de 1981, mi padre se encontraba en Madrid realizando el servicio
militar como voluntario en el Regimiento de Movilización y Prácticas de
Ferrocarriles, donde a lo largo de los tres años que duraba, recibían la
formación necesaria para ejercer la profesión de Maquinistas de tren en Renfe.
Luego de
completar el primer ciclo de formación teórica, precisamente ese día empezaba a
realizar las prácticas como Ayudante de Maquinista, debía viajar a Talavera de
la Reina por la tarde para realizar allí el servicio asignado.
Como residía en
el cuartel ubicado en la estación de Atocha, por la mañana y junto con otros
compañeros, salió de paseo por aquella zona de Madrid, casualmente pasando por
la puerta del Congreso y por los aledaños del hotel Palace. Nada raro se
observaba por aquella zona que pudiera ser premonitorio de lo que horas más
tarde iba a ocurrir.
Posteriormente desde
Talavera, realizaba trenes hasta Navalmoral de la Mata y desde allí volvían
sobre sus pasos hacia la estación de Torrijos en la provincia de Toledo para
llevar el tren con balasto para la renovación de vía que por aquel entonces se
realizaba en la línea de Madrid a Valencia de Alcántara.
Fue al paso por
Talavera, cuando debido a que la línea es de vía única, debían realizar el
cruce con el Lusitania Exprés con destino Lisboa, cuando aprovechando dicha
parada y la hora que rondaba la una de la madrugada, aprovecharon para tomar
café en dicha estación y en el bar la televisión estaba encendida y ofreciendo
secuencias musicales, allí les dijeron que se había producido un golpe de estado, noticia que en
principio fue acogida como una broma por parte del camarero, pero que a los
pocos minutos se vio confirmada por la interrupción de la música y la aparición
del entonces monarca para dar el ya famoso mensaje a la población.
Al día
siguiente y por motivos de trabajo permaneció en a aquella localidad toledana y
como todo el mundo, siguió el desarrollo de los acontecimientos. Si bien es
cierto, con alguna otra información debido a que el yerno de su compañero de
trabajo -un maquinista ya entrado en los
sesenta años-, trabajaba como conductor precisamente en el Congreso, y a pesar
de no contar con telefonía móvil,
mediante las extintas cabinas telefónicas, este mantenía una fluida comunicación con su familia para
su tranquilidad y para nuestra información.
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